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Deconstruyendo el Amor Romántico: ¿Realidad o utopía emocional?

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Deconstruyendo el Amor Romántico: ¿Realidad o utopía emocional?

¿Será que la idea el príncipe azul y la media naranja siguen siendo la clase de amor a la que se quiere aspirar?

Debo reconocer que en varias ocasiones me preguntaba cuándo sería el día en el que chocaría por el pasillo del colegio con el chico de mis sueños, una típica escena hollywoodense en la que tiraría mis cuadernos al suelo y ambos nos agacharíamos a recogerlos mientras nos miramos a los ojos enamorados al segundo de vernos. ¿Pasó eso? No exactamente, chocaba y se me caían los cuadernos, pero nunca llegó mi supuesto amor ideal. Esta fantasía mental podría facilitar la comprensión de lo que vendría siendo el amor romántico, término bajo el cual las relaciones se condicionan a un sinfín de “si tú saltas, yo salto… ¿recuerdas?”

“El amor romántico es el modelo relacional al que hemos estado acostumbrados desde la antigüedad, un modelo acerca de lo que esperamos del amor, como nos relacionamos con otros/otras”, señala a #EsHoy la psicóloga clínica, Romina Marzán. De esta manera, es que el amor romántico ha sido una idea que se ha construido por medio de la música, el cine y los medios de comunicación, quienes se han encargado de instaurar y difundir una supuesta correcta y única manera de amar.

En esta línea, el amor se tergiversa y las relaciones se rigen bajo el concepto de la perfección, es decir, se busca alcanzar un ideal inexistente en el que lideran las expectativas extremas que muchas veces llevan a la idealización y, por ende, eventualmente al fin de un vínculo afectivo o a la permanencia dentro de uno considerablemente tóxico.

Entonces, ¿ya no debo regalar flores y chocolates?

Muchas veces se tiende a caer en la confusión entre lo que es el romanticismo y amor romántico. Siendo que, “el último de estos corresponde a la forma particular de entender el amor y el romanticismo vienen siendo los gestos que culturalmente hemos aprendido a relacionar con expresiones de cariño”, puntualiza la Doctora en psicología y estudiosa del amor romántico, Carolina Aspillaga.

Asimismo, ejercer un cuestionamiento frente a las prácticas y consecuencias que desencadena esta idealización del amor, no es sinónimo de rechazar dichos gestos románticos que son parte de una relación. Sino que, se busca objetar ante un arquetipo de amor que ha sido traspasado como herencia cultural y que no se le ha prestado la atención suficiente.

¿Qué se esconde bajo este modelo ideal?

El amor romántico puede conducir a la violencia de género en la medida que posiciona a hombres y mujeres en roles separados. También, bajo el mito de que el amor es lo más importante y todo lo puede, muchas veces las personas están dispuestas a transgredirse a sí mismas pensando que con su amor van a ser capaces de transformar a la otra persona”, explica Aspillaga.

“3 de cada 4 mujeres ha experimentado situaciones de violencia encubierta en sus relaciones de pareja”, se aprecia en la encuesta «desmitificación del amor romántico y violencia invisible” elaborada por la Fundación Prodemu. De esta forma, las situaciones de violencia simbólica se pueden observar en la limitación de que su pareja vea a sus amigas/os, situación a la que un 32% de encuestadas se vio expuesta. Mientras que, un 45% admitió que su pareja se enojó porque ellas hablaban con otra/as personas.

Estas conductas están ligadas al amor romántico, dado que al hombre se le ha considerado dueño de la mujer y poseedor de esta desde el momento en el que establecen un vínculo. Dicha construcción social y cultural emana de la idealización del amor y con ello, de los celos, la posesión, la violación a las privacidades de ambas partes, dando pie a la normalización y menor valorización a las conductas apreciadas bajo la mirada del amor romántico.

¿Cómo podemos restarle poder a esta idealización?

Primero que todo, es importante partir por casa, cuestionar en qué momentos mi persona se ha visto afectada por esta percepción tan irreal del amor. Desde ese momento, todo empieza a cuadrar, el por qué nunca choqué con el chico de mis sueños en el pasillo del colegio o por qué nunca apareció un príncipe para despertarme con un beso. Y es que no es que tú no seas merecedora de gestos de romanticismo (ojo con el término), sino que estos han sido mal enfocados.

Ahora, “la educación es muy importante, ir impartiendo talleres, conversatorios, poner el tema en la palestra, ir enseñando que estas antiguas ideas son creencias que no tienen que ser necesariamente verdades absolutas, que el amor debe ser libre, responsable”, expresa Romina.

Con esto, podríamos ir bajándole un poco a la idea de buscar la tan esperada media naranja, tal vez ni siquiera nos guste tanto lo ácido y así podríamos repensar que es lo que verdaderamente queremos y aspiramos en la vida. Por supuesto que el amor es necesario, pero no debemos condenar su existencia a un utópico ideal predispuesto que solo perpetúa posiciones de subordinación y violencia.

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