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Desierto de Atacama, el basurero de la «moda rápida» en Chile

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Desierto de Atacama, el basurero de la «moda rápida» en Chile

La prenda deseada, la talla ideal y la marca soñada: no es una gran tienda ni un armario generoso sino el desierto de Atacama en Chile convertido en basurero clandestino de ropa que se compra, viste y bota en Estados Unidos, Europa y Asia.

Coloridas colinas se alzan en el desolado paisaje. Son montañas que crecen a medida que unas 59 mil toneladas anuales de ropa entran por la zona franca del puerto de Iquique.

El consumo desmedido y fugaz de ropa, con cadenas capaces de sacar más de 50 temporadas de nuevos productos por año, ha hecho crecer de manera exponencial los desechos textiles en el mundo, que tardan unos 200 años en desintegrarse. 

Chile es el primer importador de ropa usada en América Latina. Desde hace cerca de 40 años existe un comercio sólido de «ropa americana» en tiendas a lo largo del país, que se abastecen de fardos comprados por zona franca en el norte del país provenientes de Estados Unidos, Canadá, Europa y Asia.

El costo del ropero-vertedero

La industria textil ha generado una gran controversia en cuanto a las condiciones laborales, tales como trabajadores subpagados, denuncias de empleo infantil y condiciones deplorables para producir en serie. Sin considerar las cifras preocupantes sobre su inmenso impacto ambiental, comparable al de la industria petrolera.

De acuerdo a un estudio de la ONU de 2019, la producción de ropa en el mundo se duplicó entre 2000 y 2014, lo que ha dejado en evidencia que se trata de una industria «responsable del 20% del desperdicio total de agua a nivel global». 

El mismo informe señala que solo la producción de unos jeans (vaqueros) requiere 7 mil 500 litros de agua, destaca que la fabricación de ropa y calzado genera el 8% de los gases de efecto invernadero, y que «cada segundo se entierra o quema una cantidad de textiles equivalente a un camión de basura». 

«El problema es que la ropa no es biodegradable y tiene productos químicos, por eso no se acepta en los vertederos municipales», señaló a la AFP Franklin Zepeda, fundador de EcoFibra, una firma de economía circular con una planta de producción en Alto Hospicio de paneles con aislante térmicos en base a esta ropa desechable. 

Pero la ropa enterrada o a la vista también desprende contaminantes al aire y hacia las napas de agua subterráneas propias del ecosistema del desierto. La moda es tan tóxica como los neumáticos o los plásticos.

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