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Cómo manejar tu estrés con la Quiropráctica

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Cómo manejar tu estrés con la Quiropráctica

Hay días en los que las personas tienen la sensación de que el estrés los invade, sin importar su edad, actividades o trabajo que realicen. Estas labores que, en su mayoría, requieren largas horas de estar sentados frente a una pantalla sin mucho movimiento provocan una gran cantidad de problemas, sobre todo lumbares, que aumentan a diario entre los trabajadores.

“En sí el estrés es percibido como un sentimiento de tensión física o emocional y puede provenir de cualquier situación o pensamiento que te haga sentir a uno frustrado, furioso o nervioso. El concepto es muy amplio, sin embargo, el estrés es la reacción de tu cuerpo a un desafío o demanda”, señala el presidente de la Federación Latinoamericana de Quiropráctica, Sergio Saleh, quien escribió un artículo académico exclusivo para #EsHoy sobre cómo la quiropráctica ayuda a disminuir el estrés.

En términos generales, se puede reconocer tres tipos de estrés que pueden afectar la columna vertebral (que es el punto de partida de la atención quiropráctica) y la salud global: estrés físico, estrés mental y estrés químico. Cualquiera de ellos puede afectar la columna vertebral, todos los cuales pueden causar lesiones y desalineaciones manifestadas de diferentes maneras.

¿Quieres conocer más sobre el estrés? A continuación te compartimos el artículo académico completo escrito por Sergio Saleh, dedicado para nuestro medio de comunicación.

Quiropráctica y Estrés

Por Sergio Saleh, DC, Pt, ME, Past Presidente Federación Latinoamericana de Quiropráctica

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el estrés como «el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara el organismo para la acción». En términos generales se trata de un sistema de alerta biológico necesario para la supervivencia. En sí el estrés es percibido como un sentimiento de tensión física o emocional y puede provenir de cualquier situación o pensamiento que te haga sentir a uno frustrado, furioso o nervioso.

El concepto es muy amplio, sin embargo, el estrés es la reacción de tu cuerpo a un desafío o demanda. En pequeños episodios el estrés puede ser positivo, como cuando te ayuda a evitar el peligro o cumplir con una fecha límite. Pero cuando el estrés dura mucho tiempo, puede dañar tu salud.

En 1926, Hans Selye utilizó por primera vez la palabra estrés en un contexto biológico, refiriéndose a la respuesta inespecífica del cuerpo a cualquier demanda que se le imponga. Realizó experimentos en la década de 1930 que luego llevaron a la opinión de que el estrés se refiere a la condición en que una demanda ambiental excede la capacidad reguladora natural de un organismo.

Más tarde, Selye publicó un modelo que divide el estrés en eustress, mediante el cual el estrés mejora la función, por ejemplo, entrenamiento de fuerza o trabajo desafiante; y estrés persistente que no se resuelve a través del afrontamiento o la adaptación, lo que produce un estado de angustia en el paciente que conduce a la ansiedad o la depresión. De hecho, la homeostasis parece estar en el centro, y fue Walter Cannon quien utilizó por primera vez el término estrés que se refiere a estímulos externos que perturban la homeostasis (mantenimiento automático de un estado estable o de equilibrio dentro de los cuerpos de todos los organismos).

El estrés es un factor clave en la alteración del equilibrio funcional homeostático, ya que los sistemas vivos están en un estado constante de flujo, ajustándose incesantemente a los efectos de los estímulos ambientales, tanto externos como internos (emocionales, químicos o físicos). El esfuerzo de un organismo para restaurar la homeostasis después de una lesión o una situación potencialmente mortal consume energía y recursos naturales desgastando al propio organismo. Curiosamente, Selye y otros creían que «el estrés, además de ser él mismo, también es la causa de sí mismo y el resultado de sí mismo».

El sistema nervioso central (SNC) juega un papel crucial en los mecanismos relacionados con el estrés del cuerpo y el SNC trabaja en estrecha colaboración con el sistema endocrino (hormonal) para regular estos mecanismos. El sistema nervioso simpático (parte del sistema nervioso autónomo encargado de responder frente a cualquier estimulación externa) se vuelve principalmente activo durante una respuesta al estrés, regulando muchas de las funciones fisiológicas del cuerpo de manera que debería hacer que un organismo se adapte más a su entorno.

Hasta ahora reconocemos el estrés como una capacidad adaptativa del organismo y por lo tanto buena y necesaria para la supervivencia, no obstante, haremos hincapié en sus consecuencias negativas, aunque el estrés no siempre es malo; en pequeñas dosis, puede ayudarte a desempeñarte bajo presión y motivarte a hacerlo lo mejor posible. Sin embargo, no existe una demarcación clara entre el estrés bueno y el malo; en el mejor de los casos, nos enfrentamos a la ambigüedad. Cuántas veces hemos dicho o escuchado decir funciono mejor bajo presión.

El estrés que podríamos llamar “Benigno” equivale a una respuesta de «lucha o huida», todos la hemos experimentado por un susto repentino o cuando se acerca la persona que te gusta, la reacción es la misma, se produce una descarga de adrenalina a través de nuestros cuerpos que se traduce en un corazón acelerado, aumento de la frecuencia respiratoria, aumento de la presión sanguínea, entre otras; dando lugar a esa energía extra para escapar del peligro, o enfrentar la situación conflictiva; la que produce estrés, ansiedad y nerviosismo. Por otra parte cuando el evento conflictivo se mantiene en el tiempo el estrés se vuelve crónico y la homeostasis (equilibrio corporal) se interrumpe demasiado, sobrecargando los mecanismos de adaptación del cuerpo y nuestra salud sufre lo que podríamos llamar estrés “Negativo”.

Las condiciones que se han relacionado con el estrés crónico incluyen angina, asma, trastornos autoinmunes, cáncer, resfriado común, enfermedad cardiovascular, depresión, inmunodepresión, hipertensión, diabetes tipo 2, colitis ulcerosa, úlceras, síndrome del intestino irritable, irregularidades menstruales. , crisis de pánico, fobias; La lista sigue y sigue. No obstante, todas están asociadas a un factor común, la sobrecarga del sistema nervioso.

Los síntomas físicos que advierten de ésta sobrecarga pueden incluir irregularidades gastrointestinales, dolor en el pecho o latidos cardíacos rápidos, náuseas o mareos, pérdida del deseo sexual y resfriados frecuentes (baja del sistema inmune). Por supuesto, los signos y síntomas del estrés también pueden ser causados ​​por otros problemas psicológicos y médicos.

Los síntomas emocionales del estrés incluyen mal humor, irritabilidad o mal genio, agitación o incapacidad para relajarse, sentirse abrumado, sensación de soledad, depresión o infelicidad general. Los síntomas cognitivos relacionados con el estrés incluyen déficits de memoria, perspectiva negativa, pensamientos ansiosos o acelerados y preocupación constante. Tu capacidad para tolerar el estrés depende de muchos factores, incluida la calidad de sus relaciones, tu postura frente a la vida, tu inteligencia emocional e indudablemente, la genética.

Comprender que el cerebro transporta información sobre una situación estresante en varias regiones (desde áreas sensoriales corticales hasta estructuras más basales y viceversa) puede ayudar a explicar cómo el estrés y sus consecuencias negativas están fuertemente arraigadas en la disfunción de la comunicación neuronal. El inicio de la respuesta al estrés ocurre en el hipotálamo, quien une los sistemas nervioso y endocrino (hormonal) del cuerpo.

El hipotálamo puede recibir señales de la corteza cerebral, el sistema límbico u órganos viscerales. El sistema límbico se compone de varias estructuras, incluida la amígdala (procesador de emociones y modulador de las respuestas al estrés, incluidos el miedo y la ansiedad); el hipocampo (que desempeña un papel en la formación de la memoria, procesos cognitivos como los recuerdos anteriores que influyen en la supresión o la generación de respuesta al estrés); el locus ceruleus (sintetizador de noradrenalina, que juega un papel importante en la respuesta de lucha o huida del sistema nervioso simpático al estrés, y se proyecta hacia la médula espinal); y el núcleo del rafe (sintetizador de serotonina, que está involucrado con la regulación del estado de ánimo, especialmente con la depresión y la ansiedad).

Por otra parte, la médula espinal desempeña un papel fundamental en la transferencia de los impulsos neurales de respuesta al estrés desde el cerebro al resto del cuerpo. Ciertos nervios que pertenecen a la rama simpática del sistema nervioso central salen de la médula espinal y estimulan los nervios periféricos, que a su vez comprometen los principales órganos y músculos del cuerpo de una manera de lucha o huida.

En condiciones de estrés el hipotálamo proporciona cortisol para la restauración del equilibrio corporal a partir de las estructuras sensoriales y límbicas primarias, al redistribuir la energía (glucosa principalmente) a órganos críticos como el corazón y el cerebro, y tan lejos como hacia los órganos digestivos y reproductivos de allí que surjan los trastornos del colon o la disfunción sexual. Una vez que el estímulo alarmante ha mejorado, la hipófisis y el hipotálamo inhiben el cortisol. Si bien el mecanismo anterior de respuesta al estrés es normal, cuando no se supera el desafío, este sistema se sobrecarga y esto puede ser dañino para el cuerpo y el cerebro. Esto es así porque el cortisol suprime el sistema inmunitario del cuerpo durante una situación estresante. Esta es la razón por la cual frente a condiciones de estrés nos percibimos como enfermizos.

Si bien no es un riesgo importante si un estímulo negativo es de corta duración, bajo estrés crónico (de larga duración) el cuerpo se vuelve más vulnerable a la enfermedad. Esta es una consecuencia biológicamente negativa de una exposición a un estresor severo, y se interpreta como estrés en sí mismo. El estrés también puede predisponer al cuerpo a enfermedades virales, por ejemplo, influenza; al intervenir por medio del cortisol en la función de las células defensoras del organismo (Linfocitos T).

El estrés crónico tiene un costo más significativo en tu cuerpo en relación al estrés agudo. Puede aumentar la presión arterial, aumentar la vulnerabilidad a la ansiedad y la depresión, contribuir a la infertilidad e incluso acelerar el proceso de envejecimiento. Las personas que sufren eventos vitales estresantes, como la agitación matrimonial o el duelo, tienen una respuesta linfo-proliferativa más débil. El estrés promueve la acumulación de grasa visceral, que a su vez puede causar cambios hormonales y metabólicos que contribuyen a la enfermedad cardíaca.

La lista de consecuencias negativas del estrés crónico no resuelto es interminable. Evidentemente, las redes de comunicaciones (por ejemplo, electroquímicas y electromagnéticas, de función homeostática), deben renormalizarse en forma complementaria a los mecanismos adaptativos naturales del organismo. Personalmente considero que si el estrés ha causado un daño orgánico en el cerebro debe ser regulado por la intervención de un Neurólogo o Psiquiatra según sea su origen; por su parte si el trastorno se encuentra en la mente (psiquis o región neocortical encargada del pensamiento y el razonamiento) será el psicólogo o el terapeuta PNL el encargado de su manejo y en el caso del compromiso emocional (donde se ve afectada la amígdala cerebral llamada también cerebro reptil) serán los especialistas en neurociencia como los Neurofacilitadores de AONC o similares quienes deben intervenir.

Por supuesto que la confianza que tenga el paciente el terapias conocidas como  Medicinas Complementarias reconocidas en el decreto N°42 del Ministerio de Salud de Chile también pueden ser un aporte al control del estrés en tanto que respondan a un objetivo claro y en relación a la realidad particular de cada paciente. Estas terapias incluyen Homeopatía, Acupuntura, la Naturopatía, Sintergética, las Terapias Florales, Apiterapia entre otras.

Manejo del estrés e intervención quiropráctica

En resumen, el estrés puede tomar las tareas más fáciles y hacerlas extremadamente difíciles de manejar. Tu mente simplemente no está en ella, y en su lugar se va por su propio camino, se activan los procesos más primitivos del sistema nervioso, tu cerebro te va a proteger lo quieras o no. Puedes experimentar dolor en forma de cefaleas (dolores de cabeza) y migrañas, dolor de espalda y cuello, y tensión muscular, clásicamente la tensión en el músculo Trapecio es el más representativo. Sobrellevar éstas condiciones en el tiempo implica una forma difícil de vivir, y puede agotar a una persona tanto física como emocionalmente.

En términos generales, podemos reconocer tres tipos de estrés que pueden afectar la columna vertebral (que es el punto de partida de la atención quiropráctica) y la salud global: estrés físico, estrés mental y estrés químico. Cualquiera de ellos puede afectar la columna vertebral, todos los cuales pueden causar lesiones y desalineaciones manifestadas de diferentes maneras.

En primer lugar, el estrés físico es el resultado de una lesión (daño que ocurre en el cuerpo) provocado por accidentes automovilísticos, trabajar en oficinas con deficiencias ergonométricas, mover cajas inadecuadamente, practicar deportes violentos o exigentes, etcétera. Todo esto puede ejercer fuerzas indebidas en la columna vertebral, que a su vez pueden traccionar los delicados tejidos de la columna vertebral. Al final, tu columna vertebral puede desestabilizarse, lo que lleva a una mala salud general. La tensión en este caso genera un mecanismo compensatorio para responder a los estímulos del fluctuante medio ambiente, pero se supera la capacidad de adaptación del cuerpo y éste responde de una manera inadecuada facilitando la mala función expresada por crujidos articulares, retracciones musculares y otras. Cuántas veces hemos reconocido a una persona estresada de lejos sólo al verla caminar o por la forma como golpea el teclado del computador o por cómo se despliega sobre su escritorio.

 En segundo lugar, se encuentra el estrés mental: éste es causado por nuestros propios pensamientos, a menudo acompañado de depresión, preocupación o ansiedad o una combinación de ellas que a menudo se lleva en la parte superior de la espalda y el cuello, clásicamente representada por la tensión de un músculo llamado trapecio (en la imagen se representan en rojo las expresiones que éste puede tener cuando está contracturado). Esto puede causar espasmos y tirones no deseados de las articulaciones de la columna, que pueden convertirse en desalineaciones (trastornos biomecánicos) y nervios irritados en la parte superior de la espalda y el cuello. Dolores de cabeza, migrañas, dolor de cuello, dolor de espalda y problemas respiratorios son solo algunos de los síntomas que pueden surgir. ¿Alguno de ustedes ha sufrido un dolor de cabeza que inicia en la zona de la nuca (occipital posterior), que si persiste avanza hacia el ojo del mismo lado (región supraorbital) y si no es corregida se manifiesta en ambos lados de la cabeza dando la sensación de abombamiento (presión en la cabeza) y que no logra ser explicado por los exámenes de laboratorio como: Tomografía Axial Computada (TAC), Resonancia Magnética, exámenes de sangre, estudio bioquímico u otro? Probablemente este es un caso para ser evaluado por su quiropráctico.

Por último, está el estrés químico, la mejor manera de entender esto es pensar en comer un trozo de pescado en mal estado. Cuando esto sucede, el estómago de una persona se altera por la intoxicación, tu estómago estresado envía señales al cerebro, a través de su sistema nervioso, para que tu cuerpo expulse a los alimentos descompuestos (vómito o diarrea). Bueno, esas señales se envían a lo largo de los nervios, y esos son los mismos nervios que controlan los músculos de la columna vertebral. Esos músculos pueden tener espasmos, que pueden sacar la columna vertebral de su alineación adecuada. Este tipo de estrés es común entre las personas con malos hábitos alimenticios, fumadores y afecciones que causan desequilibrios hormonales.

 A modo de ejemplo, en 1989 la prestigiosa revista Spine publicó la asociación entre consumo de cigarrillo y dolor lumbar, luego en el Annual Meeting of the American Association of Orthopaedic Surgeons in San Francisco en 2001 se teoriza que su mecanismo de acción es el daño vascular sobre el disco y las articulaciones tras un estudio con seguimiento de 50 años. Luego un revelador estudio en 2012 hecho sobre 5.322 pacientes confirmó que aquellas personas que dejaron de fumar en el transcurso de su tratamiento del dolor experimentaron mejores resultados que los pacientes que continuaron fumando. Aquellos pacientes que han fumado antes de visitar a su Doctor tendrán su columna más rígida por la falta de oxigenación vascular y el manejo quiropráctico puede ser más complejo o doloroso, cuando vayas a tu quiropráctico evita fumar, tu columna y tu quiropráctico te lo agradecerán.

No obstante, el mayor ejemplo de estrés químico se reserva para los procesos inflamatorios los cuales liberan sustancias algógenas (productoras de dolor) produciendo una serie de manifestaciones macroscópicas (visibles a simpe vista) y de rápida percepción por parte del paciente, que se conocen como signos cardinales de Celso (rubor, tumor, calor y dolor). La inflamación irrita una estructura nerviosa, el cerebro es informado de la lesión y envía una respuesta protectora, por ejemplo, tumor y dolor que literalmente inmovilizan a la persona para evitar un daño mayor. Esa es la razón del porqué muchos de ustedes se han levantado en la mañana sin poder moverse o han caído al suelo del dolor sin poder controlar sus piernas y es la razón del por qué en muchos casos el fármaco antiinflamatorio no es suficiente para aliviar los síntomas, ya que mientras tu cerebro reciba la información del daño seguirá protegiéndote lo quieras o no. Tu quiropráctico ayudará a entregar nueva y mejorada información a tu sistema nervioso central para que se activen los mecanismos naturales de funcionamiento operativo a nivel orgánico y que den paso al proceso adaptativo que el cuerpo no fue capaz de lograr por sí sólo.

¿QUÉ HACE UN QUIROPRÁCTICO PARA AYUDAR CON EL ESTRÉS?

Hay varias cosas que un quiropráctico puede hacer para ayudar a un paciente con tu estrés:

Ajustes espinales

Debido a que la información del cambiante medio ambiente viaja al cerebro, éste lo interpreta y responde a través de sus órganos y sistemas, esta comunicación se produce, a través, de la columna vertebral, por consiguiente, la intervención adecuada sobre la columna vertebral es muy importante. Un ajuste, vale decir, la corrección manual de las disfunciones de las articulaciones y particularmente de las relacionadas a la columna vertebral, ayudará a restaurar la función a otras partes del cuerpo, aliviando el dolor que el estrés puede causar. Una vez realizado, es muy común que los pacientes informen que sienten menos dolor, menos síntomas, más energía y una sensación general de menos estrés.

Reducción de la tensión muscular

El estrés va de la mano con los músculos tensos, ya que cambia la forma en que sostienes tu cuerpo al caminar, de pararte o sentarte, y esto puede ser perjudicial a medida que pasa el tiempo. La falta de sueño se establece y la capacidad de enfocarte disminuye. Pero un quiropráctico puede ayudarte a liberar la tensión muscular a través de ajustes (procesos manipulativos) y otros métodos quiroprácticos.

 Instrucción Nutricional

Una nutrición adecuada, puede ayudar a cortar ciertos tipos de estrés de raíz. Un quiropráctico puede trabajar contigo para desarrollar una orientación nutricional personalizada que pueda ayudarte a disminuir tus niveles de estrés, lo que reducirá la posibilidad de lesiones como resultado del estrés. Cuando el trastorno es secundario a un mal desempeño nervioso la restauración de la función puede ser instantánea cuando es de origen primario trabajará con los profesionales pertinentes para recuperar tu salud.

Educación para una buena postura

La relajación tiende a perderse fácilmente cuando estamos estresados, lo que puede derivar en una mala postura y un estrés innecesario en la columna vertebral, pero un buen quiropráctico puede observar tu postura y ayudarte a aprender cómo corregirla con ejercicios de postura. También tienen técnicas de relajación que pueden ayudarte a vivir y dormir más cómodamente. Cuando las deficiencias superan el simple hábito postural tu quiropráctico trabajará junto al kinesiólogo u otro profesional competente para lograr la mejor organización para tu cuerpo con el menor gasto energético.

En conclusión el estrés es un concepto multifactorial que puede afectar todos los aspectos de la salud de una persona y los quiroprácticos podemos intervenir en los diferentes estratos que se encuentran involucrados para lograr la mejor versión de cada persona ayudando a despertar el potencial de salud que cada uno tiene. Los quiroprácticos somos profesionales sanitarios, formados al alero de prestigiosas universidades como especialistas en el cuidado de la salud. En términos de salud, lo que a ti te preocupa a nosotros nos ocupa, la primera forma de liberar tu estrés es compartirlo con alguien y tu quiropráctico siempre estará disponible cuando lo necesites.

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